22 noviembre, 2024

El Ballet Nacional Ruso de Serguey Radchenko regresa a León con ‘El lago de los cisnes’ y ‘El cascanueces’

El Auditorio ‘Ciudad de León’ acogerá el martes, 7 de noviembre, la representación de ‘El Lago de los Cisnes’ y el miércoles, 8 de noviembre, ‘El Cascanueces’. El Ballet de Radchenko, con un cuerpo de 45 bailarines,  está recorriendo 50 ciudades españolas. El precio de las localidades es de 33 euros cada función, aunque se puede adquirir el bono para las dos representaciones por 50 euros.

El Ballet Nacional Ruso, la primera compañía privada que surgió en este país tras el desmoronamiento de la antigua Unión Soviética, regresa la semana próxima al Auditorio ‘Ciudad de León’ con dos  clásicos imperecederos: ‘El lago de los cisnes’ y ‘El cascanueces’, de Piotr Tchaikovsky. Una compañía dirigida por el coreógrafo y ex bailarín Serguey Radchenko, nacido en 1944 y que fundó esta compañía en el año 1989. Su esposa, Elena Radchenko, que fue solista en el Teatro Kirov, es codirectora artística y ha investigado las producciones originales de las coreografías clásicas de Marius Petipa para, entre otras, las célebres partituras para ballet de Tchaikovsky.

El Ballet Nacional Ruso es un brillante cuerpo de baile integrado por 45 bailarines de prestigio, que ha realizado giras internacionales por Japón, Estados Unidos, Argentina o Reino Unido, además de la propia Rusia. Tras un inicio de gira por España lleno de éxitos, el Ballet Nacional Ruso llega el martes y el miércoles al Auditorio ‘Ciudad de León’. Las entradas ya están a la venta con precios de 33 euros para cualquiera de las dos funciones, pero el público que quiera asistir a ambas podrá adquirir un bono por 50 euros.

El elenco de solistas está formado por: Maria Sokolnikova, Maria Klueva, Anna Zimovchenko, Alexandra Krukova, Dmitri Sitkevich, Nurlan Kinerbaev, Alexander Daev e Ivan Zviagincev

‘El lago de los cisnes’ (martes)

Música: Piotr Tchaikovsky

Libreto: Vladimir Beghitchev / Vasili Geletzer

Coreografía: Marius Petipa

La obra transcurre entre el amor y la magia, enlazando en sus cuadros la eterna lucha del bien y del mal. La protagonizan el príncipe Sigfrido, enamorado de Odette, joven convertida en cisne por el hechizo del malvado Von Rothbart y Odile, el cisne negro e hija del brujo.

Primer acto (El jardín del castillo del príncipe Sigfrido)

Es el 21º cumpleaños de Sigfrido, y el joven príncipe está celebrando la ocasión en el jardín de su palacio. Jóvenes de los estados de alrededor han venido a rendirle tributo. Cuando todos empiezan a divertirse en la fiesta, el buen humor es perturbado por la entrada de la Reina y sus damas de honor. Ella observa a sus amigos con considerable desdén. Sigfrido se altera cuando su madre le señala que debe escoger pronto una esposa.

Su indicación, en el fondo, es una orden, y Sigfrido la rechaza obstinadamente. Mañana por la noche, su cumpleaños se celebrará formalmente con un baile en la corte, y allí, entre las más hermosas damas de la comarca, debe escoger a su futura esposa. Sigfrido ve que toda discusión es imposible y parece que se somete a su voluntad. El Bufón, intenta restaurar el espíritu de la feliz ocasión. La noche comienza a caer. El Bufón, su amigo, sabe que Sigfrido debe distraerse en lo que queda de la velada. Oye el sonido de alas agitadas por encima, mira hacia arriba y ve en el cielo hermosos cisnes salvajes en pleno vuelo. El Bufón sugiere que el príncipe forme una partida de caza y vaya en busca de los cisnes. Sigfrido accede.

Segundo acto (La orilla del lago)

La partida de caza comienza. A una pequeña distancia de ellos, se están deslizando plácidamente los cisnes. Conduciendo al grupo de cisnes hay una hermosa ave. El príncipe camina a lo largo de la orilla del lago hacia los cisnes; cuando está a punto de seguirlos ve algo en la distancia que le hace vacilar. Se para cerca de la orilla, luego se retira rápidamente a través del claro para esconderse. Ha visto algo tan extraño y extraordinario que debe observarlo detenidamente en secreto.

Apenas se ha escondido, entra en el claro la más hermosa mujer que nunca ha visto. No puede creer lo que ven sus ojos, puesto que la joven parece ser a la vez cisne y mujer. Su hermosa cara está enmarcada por plumas de cisne, que se unen a su pelo. Su vestido, puro y blanco está embellecido con suaves plumas de cisne, y en su cabeza descansa la corona de la Reina de los Cisnes. La joven piensa que está sola y aterrorizada, todo su cuerpo tiembla, sus brazos se aprietan contra su pecho en una actitud, casi desvalida, de autoprotección; retrocede ante el príncipe, moviéndose frenéticamente, hasta el punto de caer desesperadamente al suelo. El príncipe, ya enamorado, le ruega que no se marche volando y ante su miedo el príncipe le indica que nunca le disparará, que la protegerá. Ella es Odette. El príncipe la saluda y dice que la honrará, pero le pregunta, que ¿a qué se debe que sea la Reina de los Cisnes? El lago, le explica, fue hecho con las lágrimas de su madre. Su madre lloraba porque un hechicero malvado, Von Rotbart, convirtió a su hija en la Reina Cisne. Y seguirá siendo cisne, excepto entre la media noche y el amanecer, a no ser que un hombre la ame, se case con ella, y le sea fiel.

Sigfrido apoya las manos en su corazón y le dice que la ama, que se casará con ella y que nunca amará a otra, y promete su Tidelidad. Ahora, indignado por el destino de su amor, quiere saber dónde se esconde Von Rotbart. Justo en este momento, el mago aparece a la orilla del lago. Su cara parecida a la de un búho es una odiosa máscara, tiende sus garras haciendo señas para que Odette vuelva a él. Von Rotbart señala amenazadoramente a Sigfrido. Odette se mueve entre ellos, suplicando piedad a Von Rotbart. El príncipe le dice que debe ir la próxima noche al baile de palacio. Acaba de cumplir la mayoría de edad y debe casarse, y en el baile debe escoger a su novia. Odette le replica que no puede ir al baile hasta que no se case -hasta que Von Rotbart no deje de tener poder sobre ella- de otro modo el hechicero la descubriría y su amor peligraría.

Cuando los amantes han dejado el claro, las huestes de Odette, todos los cisnes que, como ella misma, asumen forma humana sólo en las horas entre la medianoche y el amanecer, entran bailando desde la orilla del lago.

Tercer acto (El gran salón del castillo del príncipe Sigfrido)

El baile está a punto de comenzar. Embajadores de tierras extranjeras, ataviados con sus brillantes trajes nativos, han llegado a rendir tributo al príncipe en su cumpleaños. Se anuncia la llegada de cinco hermosas muchachas, invitadas por la Reina como posibles novias para su hijo. Sigfrido, piensa sólo en el claro a la orilla del lago y en su encuentro con Odette. Su madre le inquiere a que baile con sus invitadas.

Baila de forma automática e indiferente y se sume en una profunda melancolía. Un heraldo se apresura a informar a la Reina de que una extraña pareja ha llegado. Un caballero alto y con barba entra con su hija. Cuando el caballero se presenta a si mismo y a su hija Odile a la Reina, Sigfrido -perturbado casi hasta perder el control- mira fijamente a la hermosa joven. Está vestida de sobrio negro, pero es la viva imagen de su querida Odette. Se trata de Von Rotbart, que se ha transformado a sí mismo y a su hija para engañarlo y que rompa la promesa hecha a Odette de que nunca amará a otra.

La Reina tiene ahora esperanzas de que su hijo se case con una dama de rango, como Odile aparenta ser, e invita a Von Rotbart a sentarse a su lado en el estrado. Odile ha logrado enamorar a Sigfrido y éste piensa que no es otra que Odette. Mientras bailan los dos jóvenes Odette se deja ver en la distancia y hace señales a Sigfrido de que si continúa en esa actitud puede ser fatal para ella. Luego, Sigfrido se aproxima a Von Rotbart y pide la mano de Odile y éste da inmediatamente su consentimiento. En ese momento hay un estrépito de trueno. La sala de baile se oscurece. Rápidos destellos de luz muestran a los asustados cortesanos abandonando el salón de baile, a la princesa madre aturdida, y a Van Rotbart y Odile de pie ante el príncipe triunfales. Sigfrido no puede soportar sus risas odiosas y crueles, y se vuelve para ver en la distancia la patética figura de Odette. Buscándole desesperadamente, con su cuerpo agitado por los sollozos. Cae al suelo atormentado por su falta.

Acto cuarto (La orilla del lago)

Las doncellas cisne se han agrupado a la orilla del lago. Cuando aparece llorando, intentan consolarla. Le recuerdan que Sigfrido es solo un humano, que podría no haber conocido el hechizo, y podría no haber sospechado del plan de Von Rotbart. Sigfrido entra corriendo en el claro y busca frenéticamente a Odette entre los cisnes. Le toma entre sus brazos, pidiéndole que le perdone y jurándole su amor infinito. Odette le perdona pero le dice que no sirve para nada, pues su perdón se corresponde con su muerte. Cuando aparece Von Rotbart, Sigfrido le desafía, quien tras la lucha, es vencido por la fuerza del amor del príncipe a Odette.

‘El cascanueces’ (miércoles)

Música: Piotr Tchaikovsky

Libreto: Ernst Theodor Amadeus Hoffmann

Coreografía: Marius Petipa

 

Acto primero

En una antigua ciudad alemana, a principios del siglo XIX, en la Nochebuena la gente se prepara para la fiesta. Entre los invitados a casa de los Stalbaum está un viejo chiflado, inventor de juguetes y amigo de los niños, Drosselmeyer. El salón de la casa está decorado. Están llegando los invitados. Llega Drosselmeyer con los regalos. Entran corriendo los niños. Empiezan a jugar a la gallina ciega. En el juego participa Drosselmeyer y le vendan los ojos. Después del juego empiezan las danzas. Drosselmeyer, disfrazado de mago hace un pequeño espectáculo teatral en el que el Rey de los Ratones quiere secuestrar a la Princesa, pero el valiente Cascanueces le derrota y salva a la Princesa. Drosselmeyer tiene preparadas muchas sorpresas para los niños, les enseña un payaso con motor de cuerda, una muñeca… Pero a Masha lo que más le ha gustado de todo es el Cascanueces. Franz intenta quitárselo y sin querer lo rompe. Drosselmeyer lo arregla. Masha acaricia su juguete favorito. El reloj marca las 10, ya es tarde. El baile se acaba, se apagan las luces…

La noche. La habitación del árbol de navidad está iluminada con la luz de la luna, parece misteriosa, llena de secretos mágicos. Superando el miedo, Masha ha venido a ver al “enfermo” Cascanueces, le abraza y se duerme. Masha ve en su sueño como los ratones llenan la habitación, guiados por su Rey. El valiente Cascanueces llama a los soldaditos de plomo a la guerra con los ratones. Pero las fuerzas de los ratones son superiores y al final el Cascanueces tiene que enfrentarse sólo contra el Rey de los ratones y su ejército. Cuando todo parece perdido, Masha, superando el miedo, golpea con su zapato al Rey y así salva al Cascanueces, quien termina derrotando al Rey de los Ratones; éstos huyen y Drosselmeyer convierte al Cascanueces en un bello Príncipe. Desaparecen las paredes de la casa y nos encontramos en el extenso territorio de la nieve, en el mágico corro se mueven los ligeros copos de nieve. El Cascanueces- Príncipe invita a Masha al mágico palacio de sus sueños

Acto segundo

Masha y el Príncipe navegan por el Reino mágico. Se encuentran con angelitos y muñecos, mientras la orquesta de los bondadosos enanitos toca unas bonitas melodías. Masha y el Príncipe son felices: han llegado al Reino de sus sueños. Aparece Drosselmeyer, en sus manos está el Cascanueces. ¡No puede ser que todo fuera solamente un sueño!… Con su varita mágica, Drosselmeyer convierte el sueño en realidad.

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